Cuando todavía estaba allá arriba, un día volando, Cecilia F. Montero descubrió la cordillera de los Andes, se enamoró tanto del paisaje, nubes enredadas en montanas violetas, que decidió volver. Enamorada del color y los aromas de Ecuador, lo dejó porque el amor cuando muy dulce, puede crear rutina. De tarde en tarde la memoria duele. Jugando con las palabras, por al menos dos vidas previas, sin embargo no se cree lista todavía. Sabe que la única trascendencia digna por ahora es su silencio. Cuando se trasladó a los Estados Unidos descubrió que las fronteras son las mentiras de los egoístas, que este planeta es hermoso desde dondequiera que lo mires. Ahora cría a sus cinco hijos y alimenta a las ardillas en invierno mientras trata de entender ese inglés arcano de Whitman.
Badosa.com ha publicado su relato marinero Todas las tardes.
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Cecilia F. Montero