Cómo olvidar la suave pericia de las manos de Amelia. Todos fuimos a que nos lavara el pelo, todos guardamos durante la semana los cuarenta duros que costaba lavar y cortar en casa de Pepín, el peluquero de la calle Giner, su padre. Seguramente sin apenas sospecharlo, Amelia nos descubrió que los sentidos aguardaban en otros lugares que los torpe y estrictamente marcados por la costumbre; y, cuando pagábamos por el servicio, sabíamos que nos llevábamos algo más de lo estipulado, y que ese contrabando un poco vergonzante, era, al final, lo más sabroso.
A Amelia la descubrió Paquito «el Bala», que fue a hacerse al fin el rapado punk que envidiaba de su primo Nico, y salió con el corte hortera de siempre, incapaz, despues de aquellas dulces fricciones, de articular palabra bajo la tijera. Esa tarde nos contó su experiencia con detenimiento, pero probablemente fue lo que no dijo o lo que no supo decir lo que excitó nuestra sensualidad hasta el punto encomendar la semana y parte de la paga al deseo de Amelia. El sábado siguiente, a las diez de la mañana, hacíamos cola en la calle Giner, bajo el tibio sol de marzo.
Copyright © | José Preciado, 2001 |
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Por el mismo autor | |
Fecha de publicación | Junio 2001 |
Colección | El tiempo recuperado |
Permalink | https://badosa.com/n045-10 |
Este texto (El Bala), así como todos los que se refieren a esta misma época/grupo de amigos, es de una muy agradable lectura. Consigue hacerte recordar tus tiempos de juventud (si tienes entre 45 a 55 años).
He observado que no hay nuevos relatos ni poemas de este autor y creo que muchos lectores estaríamos interesados en seguir su trayectoria. Transmite vida y habla de sensaciones desnudas e inmediatas, sin la barrera de las palabras.
Me encantaron tus relatos, que mezclan literatura con el más actual costumbrismo y realidad, embebido en estructuras multiformes sonoras y policromáticas. Un saludo de un poeta local... de Hellín (Albacete).
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