El dicente afirma haber sido asaltado en reiteradas oportunidades en los últimos cinco años, haber sobrellevado una serie de desórdenes psicosomáticos de origen desconocido, consistentes en abruptos sobresaltos que cortan el sueño, palpitaciones, ahogos, etc., diversas desgracias financieras y laborales, en el marco de una pronunciada desilusión producto de la recesión económica y ahora política en que se ha hundido el país, acompañada por un contexto internacional endurecido a partir de los atentados de Nueva York. Como dato adicional aporta su fecha de nacimiento que indica que el dicente ha sobrepasado la frontera de los 50 años, hecho que explicaría buena parte de sus desvelos.
El dicente dice haber encontrado una fórmula eficaz, por no decir infalible, contra todos los pesares del mundo.
Se niega sin embargo a divulgarla, por temor a no encontrar la respuesta adecuada en las autoridades casi inexistentes de su país. Sin embargo, en su círculo de amistades ha comenzado a crearse una fuerte presión dirigida hacia su persona. Recibe a diario decenas de llamados rogándole que devele el secreto. De su círculo más íntimo, los llamados han ido extendiéndose en forma exponencial, ya que el uso del e-mail ha permitido que la opinión publica nacional e internacional se entere de su oculto tesoro y presione para que cese el misterio.
Harto ya de tamaño escándalo, el dicente ha decidido declarar ante escribano y por medio de una ciberconferencia a través de la web en los sitios Yahoo, Terra y afines, el contenido de la fórmula secreta.
En el momento de iniciar dicha ceremonia, ante millones de ojos y oídos, ha puesto como condición el cese inmediato de toda forma de —dice (textual)— «discriminación, violación de derechos humanos, sobreexplotación de recursos naturales, abuso financiero, prepotencia armada, explotación de grupos humanos por obra de otros grupos humanos» y agrega (textual) «el reconocimiento de las limitaciones del ser humano, la finitud de la vida, el abandono de toda vanidad,» y una larga serie de buenos deseos.
Declarado insano, puesto en vigilancia y por último recluido en el hospicio, se le asigna celda en pabellón nº 3 y se declara el fin de su incomunicación.
El dicente afirma que su intención fue buena, que no quiso perjudicar a nadie, obró con buena voluntad y que volvería a hacerlo. Agrega «las condiciones que puse... eran la receta mágica. Encontré el modo de divulgarla a todos los rincones del Mundo.»
Copyright © | Esteban Lijalad, 2002 |
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Por el mismo autor | |
Fecha de publicación | Julio 2003 |
Colección | Complicidades |
Permalink | https://badosa.com/n166 |
Encuentro un oscuro pesar en este texto, una lejana disolución, algo así como un desencuentro. Una confusa e intrincada, y también muy breve (al poco te quedás con ganas de más) variación de la lógica central del jardín de senderos que se bifurcan, de ya sabemos quién. Me gustó, sin asombrarme.
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