Carta de Leonardo a Jacinta tras la batalla del Jarama:
Querida Jacinta:
Deseo que al recibir estas letras os encontréis tú y tu familia en perfecto estado. No dudes de que yo sigo tus instrucciones y procuro cuidarme lo mejor posible; hasta ahora, como ves, con buen resultado.
No desaparecen de mí los días, las horas imborrables que pasamos juntos. Creo que nunca en mi vida me he sentido más feliz. Explicarte que deseo con todas mis fuerzas regresar a tu lado debe ser inútil. Tú lo sabes mejor que yo.
Los combates aquí no fueron fuertes. Yo, para que no te asustes te lo digo, sigo en el puesto de mando y por lo tanto a resguardo. No sé lo que habréis oído ahí de los sucesos de estos días, pero seguro que os han dado noticias de la victoria del excelente Ejército Republicano. Los hombres luchan como leones y les hacemos mucho daño a los facciosos.
Te doy una buena noticia, ya ascendí a oficial.
Si sigo así acabaré de general y tú serás entonces una mujer importante, ¿qué te parece?
Aunque estamos bien avituallados, nunca viene mal algo de ropa interior o de tabaco, que es de lo que se carece... Si puedes hacer algo, te lo agradecería enormemente y ya te lo cobrarás a besos. No pienses que el tabaco es para mí, que ahora me he echado a fumar; pero es una buena moneda de cambio. Yo cambio tabaco por otras cosas más necesarias.
Mi amor, cada día que pasa te deseo ver con más ansia. Si empujamos un poco más, esto se terminará pronto y volveré a tu lado.
Recibe un abrazo fuerte, fuerte de tu
LeonardoP.D.: Dale recuerdos y besos a tus padres y hermanas.
Carta de Jacinta a Leonardo, tras recibir la anterior:
Amor mío:
Me han alegrado muchísimo las noticias tuyas.
No sabes lo contenta que estoy al ver lo bien que te va. La familia se ha alegrado mucho y mi padre se siente muy orgulloso.
Ten mucho cuidado de todas maneras.
Aquí llegan noticias de lo fuertes que están siendo los combates. En el hospital hay bastantes heridos. Por ellos se saben cuáles son las acciones más intensas. Aunque tú digas que no hay peligro, yo sé que lo hay; así que no me engañes y ten mucho cuidado.
No sabría qué hacer si tú me faltaras. No te puedes hacer ni idea de lo que te necesito. Te recuerdo en todo momento, te veo en todos los rincones de la casa. Echo de menos tu presencia y tus lecturas y tu conversación.
No te recomendaré que no vayas con malas mujeres, a las que sois muy aficionados los soldados, porque sé que no te atreverías a traicionarme.
He preferido no mandarte por ahora ningún paquete, esperando que un paisano que va para allá te lo lleve directamente. Es así más seguro y no corremos el riesgo de que se pierda. He preparado varias cosillas que sé que te vendrán muy bien. Ya las verás.
Cariño mío, espero tus noticias con impaciencia. No tardes en volver a escribirme y cuéntame todo lo que haces.
Muchos besos para ti y un fuerte abrazo de tu
Jacinta
La carta tenía el siguiente anexo:
Leonardo, que tengas muchos ascensos y te veamos por aquí cargado de medallas y galones. Recibe un abrazo de tu padre y amigo
Jacinto
Carta de Leonardo a Jacinta, desde la Sierra de Guadarrama:
Querida Jacinta:
Los días han pasado sin solución de continuidad y yo sigo sin poder volver a ti.
Poco respiro me queda, ni siquiera para escribir estas líneas. Sabrás que estos meses han sido especialmente duros. La sangre de los hombres formará una cosecha de amapolas rojas en los campos de Castilla.
Los combates, ahora detenidos casi, han sido los más violentos y crueles de la guerra. No quiero alarmarte pues bien ves que estoy sano, pero te cuento esto para que te hagas una idea de lo que estamos pasando.
Ahora estoy en la Sierra de Guadarrama, al norte de Madrid. Desde sus alturas se puede ver mi tierra. Allá abajo se extiende la llanura segoviana, calcinada en esta época. Algunas líneas verdes indican los cursos de los arroyos y riachuelos que descienden de estas sierras. Al fondo podría vislumbrarse el Alcázar de la ciudad. Y me imagino más allá, siguiendo el camino de llegada a mi aldea.
¿Cómo estarán mis padres a los que tanto tiempo hace que dejé? ¿Quién quedará en esas casas de adobes? ¿Ahora quiénes labrarán los resecos campos y quiénes cuidarán los rebaños de merinas...?
Perdona, pero es que quiero que me comprendas, que comprendas mis actuales sentimientos. No te alarmes, son motivados por la cercana proximidad.
No me llegó el paquete. Posiblemente si lo mandasteis el paisano ese tuyo no me ha logrado localizar. Después, si todavía no lo has mandado, le das mis señas actuales. Estaré en esta zona un cierto tiempo, al menos ésa es la previsión.
Recibe un fuerte abrazo de tu Leonardo y dale recuerdos a los demás y especiales a tu madre.
Carta de Jacinta a Leonardo (que nunca llegó a recibir):
Amor mío:
Con gran alegría recibí tu carta.
Sabiendo lo cruel que es esta guerra y los peligros por los que estás pasando, no puedes imaginarte el consuelo que significa para mí tener noticias tuyas. Escríbeme con más frecuencia porque es la única forma de mantenerme en calma.
Siento lo del paquete, pero ya no se puede hacer nada. Lo mandé como te dije y lo único que puede hacerse es rezar para que llegue a ti. Procura tú, que eres ya de los que mandan, buscar un hueco para encontrar al muchacho. Si se ha quedado con el paquete, le pones un buen castigo.
Me alegro que estés cerca de tu tierra porque pienso que a mí me pasaría lo mismo, pero no creo que te olvides de que ya tienes otra tierra y casi otra familia donde te espero con impaciencia. Sé que es duro para ti, pero también confío ciegamente en tu amor y en tu palabra.
Mi padre encontró trabajo fijo en una central eléctrica que hay a unos kilómetros de aquí. Se va y vuelve a la semana. Nosotras vamos tirando bien porque en realidad necesitamos poco y mi madre ya está casi consumida. No quiero entristecerte con nuestras cosas que no tienen importancia comparadas con las que tú ves y padeces. Por cierto que a Milagros le llegó carta de Blas, tu amigo. Dice que está en un buen destino, de escribiente en unas oficinas de información o no sé qué y que está conociendo a lo más granado de los generales rusos que están aquí. Y que se codea con escritores y artistas. Y ha mandado también una foto en la que se ve a unos y él, dice que el más rubio se llama Hemingway y que es un americano muy famoso y rico al que todos le hacen caso y quieren estar con él, y que le gustan mucho las mujeres y el vino español. Cualquiera sabe qué juntas tiene este Blas, con lo sinvergüenza que era.
Amor mío, protégete y cuídate mucho. Sigue siendo un buen soldado y verás como siguen las recompensas, pero no te arriesgues innecesariamente.
Búscate un permiso largo y vente pronto para acá, que te espero con los brazos abiertos. Te recuerdo, te sueño, te siento contra mí muchas, muchas veces.
Un abrazo muy fuerte de tu
Jacinta
Carta que nunca escribió Leonardo Cifuentes a Jacinta:
Querida Jacinta:
Como ya te escribí sigo en esta zona del frente, muy pacífica y segura. Los esfuerzos se están trasladando hacia el Levante y Cataluña para frenar las avanzadas de los fascistas que intentan de todas las maneras posibles cerrar el paso de unión de los ejércitos republicanos en esa zona. Parece ser que Franco se ha propuesto llegar a la frontera francesa para que no puedan entrar por allí abastecimientos ni los de acá puedan pasar.
Le pedí a mi General que me destinase a algún grupo del Ebro o del Maestrazgo, pero me dijo que esperase acá por si había que reanudar operaciones más importantes en esta zona. Y en eso estamos.
Me alegro del trabajo de tu padre, que le viene a él muy bien para no caer en otras cosas peores y a vosotras para tener ciertos recursos. Del paquete ni noticia. Déjalo ya, pues supongo el esfuerzo que debisteis hacer para conseguir algunas de las cosas... No tiene mayor importancia.
Me alegro infinito de saber de Blas Sobrino. ¡Qué buen amigo era!, y seguro que se está buscando la vida mejor que yo, para eso siempre fue un lince. Sí, es verdad, ese Hemingway es un escritor americano muy importante, amigo de la República, que está tratando de ayudarnos todo lo posible en el extranjero. Yo supe que anduvo por aquí en nuestra zona, aunque no lo vi. Si Blas se agarra a él seguro que se puede ir a América, si las cosas se ponen feas. Con el tiempo estaríais todos en Estados Unidos, ¿no es bonito?
Yo no sé dónde estaré. Cada vez me tiran más las tierras próximas. Esto, Jacinta, va teniendo mala pinta, por mucho que la propaganda y el General se empeñen en decir, y yo no quiero volver a ser de los que pierden, de los que vuelven a estar encerrados, golpeados o, seguro, fusilados. Ya pasé lo mío. No quiero más. Sé que tuve suerte en encontraros y en conocerte, no creas que eso se puede olvidar tan fácil, pero no creo que se me vuelva a repetir esa suerte. Si me agarran los franquistas, francamente te lo digo, corro serio riesgo de ser fusilado, pues me considerarán un traidor. Seminarista y no ser de su bando..., eso se paga muy caro.
Estoy hecho un lío. Y he de cuidarme lo que digo y hasta lo que pienso. He podido comprobar que cuanto más nos acercamos al final más se reprime y se persigue a quienes no se consideran elementos seguros. Mi vida puede que no valga nada ni para unos ni para otros y si he de acabarla que sea con mis padres, en mi casa, en mi tierra. Jacinta, no te olvido ni te olvidaré en mi vida y espero que todo se vuelva a su lugar, que vuelva la cordura y el orden, que vuelva al fin la paz. Entonces, tal vez podamos volver nosotros a nuestra paz personal, interna y compartida.
Adiós, Jacinta.
Copyright © | Mariano Valcárcel González, 2006 |
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Por el mismo autor | |
Fecha de publicación | Agosto 2008 |
Colección | Narrativas globales |
Permalink | https://badosa.com/n285-14 |
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