Hay un lamento que desquicia la noche. Proviene de un lugar vertical, estrecho y cavernoso. Se abre paso desde el interior de un tubo de piedras con ímpetu de alimaña. Ahora flota por las calles grises. Se está convirtiendo en una forma pálida que hace un ruido de fantasma asesinado. Es un fantasma pequeño pero terrible. Ha salido de un pozo, estaba muerto porque se había golpeado al caer y había tragado el agua del fondo. Lo han sacado con unas cuerdas. Ahora está de nuevo en el reino de los vivos. La cara pálida llena de babas, las manitas huesudas de viejo a pesar de que casi es todavía un recién nacido. No es un recién nacido, es un castigo de Dios. Todo es niebla a su alrededor. Lleva una niebla inmensa alrededor que envuelve todo lo que está cerca. Y lo que está lejos. Es un niño pálido, un espectro desnutrido que ha llenado la existencia de amargos, indefinidos sufrimientos. Es un hijo del demonio. Alguien lo ha dicho. Alguien lo ha gritado en tono profético. El hijo del demonio ha caído al pozo porque apenas pesa ni se sostiene y sólo había que subirlo al brocal y dejarlo sentadito como un muñeco. Una muñeca juega con un muñeco. Y del pozo salen unas garras de oscura humedad que le arrebatan el muñeco a la muñeca. Las garras del pozo se han llevado al hijo del demonio y lo estrellan muchas veces contra la pared del tubo de piedras. Y el gemido es espantoso hasta que se disuelve en gorgorotadas; es un lamento que desquicia la noche y se abre paso y toma forma de niño asesinado y se acerca cada vez más y rompe la pared y se ha metido en la cama de Lena.
Ha despertado con su propio grito. Está lloviendo salvajemente. Entre el ruido del agua estrellada sobre balcones y tejados se revuelve un lamento rabioso y solitario. Es una gata. Sólo es una gata desesperada. Animalito, se tranquiliza Lena.
Copyright © | Ana María Martín Herrera, 2009 |
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Por la misma autora | |
Fecha de publicación | Febrero 2011 |
Colección | Narrativas globales |
Permalink | https://badosa.com/n327-18 |
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