El día ha amanecido nublado y tranquilo. Lena se ha despertado sin la molestia en las rodillas. Se ha preparado un bocadillo con una lata de sardinas y el pan que le sobró ayer. Debería acudir al estudio para ensayar fuerte un rato, pero una agradable pereza la tiene apoltronada sobre la mecedora que parece balancearse sola. Lena mira el entretejido cambiante de las nubes tras el ventanal del salón. Del patio llegan melodías desafinadas, canciones de siempre que con mínimas variaciones parecen nuevas y la mujer que limpia las grita desaforada llenando de vida el corazón de Antón Martín. Lena se encuentra bien, como si esperara que, de un momento a otro, algo fuera a poner en orden la realidad. Suena el teléfono y su aviso en lugar de un timbre eléctrico parece otra voz que canta coplas.
Han llamado de la Escuela de Danza Contemporánea de Amsterdan. Recuerda bien el aspecto desgarbado del hombre con el que ha hablado y su afabilidad, es el gerente. Se vieron muchas veces a lo largo de los dos meses que estuvo allí con la Compañía de Tino. El hombre le ha explicado que pretenden introducir el flamenco como una disciplina más en la formación de los bailarines y que han pensado en ella como profesora. Le ofrece un buen contrato para el próximo año, prorrogable si, una vez cumplido, las dos partes siguen interesadas.
Cuando cuelga el teléfono se encoge en la mecedora. No da crédito. Parece un sueño que se hayan acordado de ella precisamente en aquella ciudad de la que guarda buenos recuerdos. Respira hondo. De nuevo refulge la luz, la sensación de ser una persona con suerte.
Lentamente va encajando ideas en su cabeza. Tendrá que rescindir el contrato con Mariano. Se acabó el riesgo del espectáculo. Fernando quedará abandonado a su suerte. Y dejará respirar a Julio. La relación entre ambos se espaciará y las sospechas de Delia perderán sentido. Ya encontrarán la forma de verse si Julio lo desea, eso sí, con menos frecuencia. Y lo que existe entre ellos se irá deshaciendo sin tener que afrontar el típico final doloroso. Amsterdam va a ser una fuente de aprendizaje en el campo de la enseñanza. Cuando tenga la suficiente experiencia intentará reunir a los mejores maestros y establecerá en Madrid, o donde sea, esa escuela internacional de flamenco con la que se ha atrevido a soñar varias veces.
Lena piensa que un camino se abre de nuevo. Por su cabeza cruzan como relámpagos imágenes significativas de los últimos años y le parece que en cinco minutos el tiempo detenido ha transcurrido a la velocidad de los rayos. La sensación de estar llegando a un final opaco, que desde hace meses la obsesiona, se ha extinguido por arte de magia. El futuro se está desperezando. Se ve absorbida por un ritmo nuevo de personas, ilusiones y ensayos.
Copyright © | Ana María Martín Herrera, 2009 |
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Por la misma autora | |
Fecha de publicación | Septiembre 2011 |
Colección | Narrativas globales |
Permalink | https://badosa.com/n327-25 |
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