Fuera de compás

El hormigueo de las rodillas se ha hecho tan habitual que Lena se ha acostumbrado a sentirlo. Ya no teme que le impida cumplir el proyecto de Ámsterdam. Sin embargo, el entusiasmo primero ha desparecido. Las palabras de Julio, aunque sabe que son debidas a su afán de retenerla, no carecen de sentido y la han hecho recapacitar. En su interior reconoce que de nuevo está intentando escapar a su historia. Las decisiones que ha tomado a lo largo de su vida; el matrimonio con Fernando, la separación, el contrato con la Compañía, el abandono de la vida agitada de viajes y escenarios y, ahora, Ámsterdam, son huidas en busca de una ilusoria Tierra Prometida. Después llega siempre el encuentro con la fatalidad. La fatalidad la lleva dentro, no existe un lugar en el que pueda estar a salvo de sí misma, ni nadie con poder para rescatarla de su urna. Quizá debería ser menos orgullosa, aprender a hacerse la víctima. Si mucha gente supiera que tras su aparente seguridad no hay sino la pústula que dice Delia, tal vez, todo sería diferente. Pero Lena se acusa de no saber mostrar la debilidad, le aterra quedarse a merced de la clemencia humana.

Sin embargo, no todo está marcado por el frío. La vida, como si de pronto se fijara en ella y quisiera animarla, le envía de tiempo en tiempo el consuelo de un afecto. El último ha sido Julio. Lo malo es que ahora ella se ha vuelto para Julio más importante de lo que conviene. De nuevo la culpa. Debo ser un monstruo pues quiero que Julio me quiera, pero no más de lo que debe quererme. Las exigencias de Julio, que a veces se manifiestan simplemente en miradas o gestos, la abruman hasta desear perderlo de vista. Julio ha cambiado desde que lo conoció, hace casi nueve meses. Está más delgado, sus ojos más profundos. Ya no mira como un animal perdido y, en la línea que divide sus labios, la melancolía ha dado paso a un rictus crispado. Lena piensa que es debido a sus problemas con Delia. No entiende por qué quiere convencerla para que no se marche, con lo fácil que sería aprovechar la ocasión para olvidar la aventura y rehacer su matrimonio. No lo entiende y le da pereza intentarlo. Lena está sudando bajo la manta. Tiene el cuerpo agarrotado e intenta respirar hondo para relajarlo. Esta noche no viene la sensación amable a rescatarla de la angustia.