Fuera de compás

Hoy Lena está incómoda. Julio sobra en su cama. El cielo clarea y ninguno de los dos ha logrado conciliar el sueño.

—Lena, ¿alguna vez has estado enamorada hasta los huesos? —pregunta Julio.

—No y no lo lamento —Lena evade hablar del Gitano, sabe que él no podría entenderlo—. El amor ese que tú admiras tanto a mí no me parece bueno. Si te dejas arrastrar por un sentimiento ciego estás a merced del otro. Si el otro lo necesita puede herirte, torturarte a su antojo, puede llegar a destruirte y lo peor es que ni siquiera tendrás arrestos para hacer reproches.

—A veces tienes ideas paranoicas —murmura Julio.

Lena se ha mordido los labios para evitar una discusión. Está harta de las afirmaciones de Julio. Cada vez se siente más lejos. Lena repasa con rapidez sus relaciones amorosas; sin haber estado enamorada, y menos hasta los huesos, los hombres la han utilizado hasta para sacarle dinero. ¿Qué hubiera sido, se pregunta, si además sus sentimientos hubieran dado por legítimos esos abusos?

—Yo prefiero querer a un amigo —dice—, confiar en él y mirar la relación con tranquilidad.

—¿También de joven pensabas así?

—Sí. Bueno, a los quince años, no. Hice un ensayo. No imaginas cuánta fidelidad puse en la historia, cuánta honradez. ¿Para qué crees que sirvió? Yo buscaba afecto, él a una boba que le permitiera darse importancia ante sus amigos. Ganó él.

—¿Y yo qué soy para ti?

—Eres el único que duerme en mi cama, Julio.

—¿Y qué más?

—El único que deseo.

—¿Me deseas?

—Dímelo tú —contesta Lena acariciándole el pubis.

Lena cree haberlo deseado, pero desde hace tiempo no está segura. Lo que no quiere es disgustarle. Siente curiosidad, deseos de preguntarle a Julio si él piensa, acaso, que está en verdad enamorado de ella, pero se contiene. Si él contestara que sí, Lena se sentiría suspendida sobre un precipicio.

Lena necesita cerrar los ojos cuando Julio y ella se aman, imaginar que está en otro lugar, no sabe cuál, y que sus pechos los aprisiona la mano un hombre distinto, y que su vagina se contrae para retener un miembro desconocido que, sin duda, no es el de su amante. Julio es un consuelo que ayuda a resistir la ausencia de alguien que no llega. Pero, a fin de cuentas, Julio es la realidad y, como ella misma le ha dicho, no hay otro hombre. Para Lena la atracción está siempre cubierta por un velo oscuro que no deja ver.