Lena duerme profundamente. Se está viendo a sí misma desnuda sobre su cama. ¿Cómo es posible que a la vez esté despierta? ¿Dónde está? Está cerca del balcón, lo está rebasando. Se ha convertido en una bruja que se desplaza en la noche sin posar los pies en el suelo. Se eleva sobre las tejas y las azoteas, se impulsa con los brazos y las piernas, se mece y nada en el aire como si éste hubiera adquirido las propiedades del agua. La melena ondula derramada en el espacio. Avanza rápida, su cuerpo resplandece en la noche iluminado por la luz de la Luna. Van quedando atrás calles, plazuelas, antenas y anuncios de neón. Al fin ha llegado. Se disuelve junto a la pared que separa la pequeña habitación en la que duerme Ana de la inhóspita oscuridad de la calle. Reaparece junto a la cama de la muchacha. Se tiende junto a ella y la escucha respirar. Acerca la boca a su oído y muy bajito, para no despertarla, dice:
—Ana, la culpa es de una maldición. Yo no tengo poder para deshacer ese terrible encantamiento, pero sí lo tengo para aliviarlo. Vengo a decirte que es imposible destruir el resplandor. Lo que ocurre es que tiene miedo y se ha escondido. Debes de seguir dormida hasta que vuelva, porque, si no, no podrás soportar su ausencia. Toma la Luna, mi pobre ratón pirata, te la regalo entera. Por ti se queda esperando ahí subida, blanca y redonda. Velará durante la larga noche que se avecina y la encontrarás cuando despiertes porque su luz te necesita para existir. Mi niña querida, si de verdad lo deseas, tampoco te faltará tu caballero ni tu beso de amor. Pero tienes que ser prudente y seguir la rutina de los dormidos. Por lo demás no tengas cuidado, nadie va a notarlo; si te fijas verás que a todos les pasa igual, todos duermen.
Lena ha despertado, aún le vibra en los oídos el eco de su murmullo.
Copyright © | Ana María Martín Herrera, 2009 |
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Por la misma autora | |
Fecha de publicación | Febrero 2013 |
Colección | Narrativas globales |
Permalink | https://badosa.com/n327-42 |
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