Hace días que Lena ha dejado de ensayar a solas. Es como si su cuerpo hubiera perdido la facultad de luchar contra la atracción de la Tierra. Como si diera igual, como si bailar en el fondo no sirviera para nada. La habitación se ha quedado a oscuras, iluminada débilmente por la luz de la calle que se cuela por el ventanal y resbala sobre el espejo. Lena lleva horas sentada, inmóvil en su mecedora. Le da pereza levantarse a dar la luz.
Lena piensa que el lenguaje es el rumor de los sentimientos y que todo estaría mejor si se pudiera escuchar una voz sin prestar atención al sentido de sus palabras. La gente habla y explica cosas sin darse cuenta de que, tras sus razones o sus historietas, en el murmullo de la voz está el verdadero manantial que pone en evidencia lo íntimo. A veces las palabras razonadas distraen tanto que impiden escuchar el sonido sincero de un cuerpo. Eso no sucede con una guitarra, nada impide comprenderla. Si se pudiera desnudar el lenguaje, eliminar el significado de las palabras, reducirlo a su ruido, a su falseta, a su llanto...
Hace calor, pero Lena está temblando. El frío viene de dentro. Cierra los ojos y ve al Gitano muy lejos, confundido entre la multitud, y no vuelve la cabeza para que ella le pueda decir adiós por última vez. Los deseos de correr tras él, de abrazarlo, sepultados bajo un peso infantil, irracional, a contrariarlo. Se arrepiente hasta el ahogo de la sensación de rechazo que la envolvió el último día, de no haberlo acompañado un rato, de haber dejado que se fuera solo.
Copyright © | Ana María Martín Herrera, 2009 |
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Por la misma autora | |
Fecha de publicación | Agosto 2013 |
Colección | Narrativas globales |
Permalink | https://badosa.com/n327-48 |
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