El sábado 4 de diciembre a las 13 horas, el Zaragozano ingresó con Pedro al servicio de emergencia del Hospital Europeo. Sabía que tenía poco tiempo. No le gustó nada el estado de la pierna izquierda de su ahijado, ni su estado general. En esa institución había gente especialmente preparada para enfrentar las dificultades que presentan patologías agudas. Cuando llegó al nosocomio, lo esperaba un equipo de excelencia, médicos y enfermeras con formación clínica y emergentológica capacitados para atender en forma sistematizada un amplio espectro de enfermedades. La recepción de Pedro fue rápida y eficiente. Fue conducido de inmediato a terapia intensiva, para seguir el protocolo recomendado para el tratamiento de la patología. El objetivo era claro e inmediato: hacer todo lo mejor para salvar la vida del paciente y lograr estabilizarlo. Pedro estaba muy aturdido, no tenía clara conciencia de dónde estaba. Durante el trayecto hasta el hospital sintió una instintiva necesidad de contarle al Zaragozano sus trágicas vivencias. Apenas pudo hacerlo. Reiterados vahídos nublaban su entendimiento, su debilidad era extrema; así y todo, se logró expresar de una manera entendible. En líneas generales, relató las trágicas circunstancias que había padecido, describió las características del sitio en el cual estuvo prisionero e incluso, contestó brevemente algunas de las preguntas que le formulara su padrino.
Llegaron al Hospital e inmediatamente se llevaron a Pedro. Luego de esperar algunos minutos que a Humberto Marcel le parecieron robados a la eternidad, un médico solemne se acercó para darle noticias de su hijo del alma:
—Mucho gusto, Sr. Marcel, soy el Doctor Rómulo Candías, jefe del equipo de emergencia. Lo lamento mucho pero debo decirle que su ahijado está muy grave. Estamos frente a una septicemia, esto significa que tiene una infección generalizada de todo el torrente sanguíneo, creemos que con foco de origen en la herida de su pierna. Por fortuna, nuestra unidad es la más calificada en cuidados intensivos. Con nosotros trabajan expertos en la asistencia de pacientes gravemente enfermos. Para que el tratamiento tenga éxito, es preciso tomar medidas urgentes dirigidas a combatir la infección. En primer lugar, del foco local. En este caso, lo podemos ubicar claramente en la herida que el doctor Mazzini tiene en el muslo. Se lo han atravesado con un cuchillo de considerables dimensiones. Debemos agradecer que no le cortaran ninguna vena o arteria importante; igual, ha perdido mucha sangre. Estuvo a punto de morir por superar el punto crítico. De los aproximadamente cinco litros de sangre que suponemos tenía nuestro paciente en el cuerpo, calculamos que perdió casi el cincuenta por ciento. Por eso, sufrió una seria hipotermia y estuvo a punto de entrar en coma.
—Doctor, decidme: ¿creéis que sobrevivirá el muchacho?
—No se lo puedo asegurar, señor Marcel. En casos de septicemia estamos obligados a actuar con urgencia. Hemos proporcionado un soporte hemodinámico y respiratorio para ver si podemos erradicar el microorganismo causal. Nos hemos visto obligados a realizar un rápido diagnóstico. Iniciaremos la quimioterapia antimicrobiana aún antes de haber cultivado las muestras de sangre que hemos tomado de todas las heridas. No podemos demorarnos ni un minuto porque cuanto mayor sea el intervalo entre el inicio de la hipotensión y la administración de quimioterapia antibacteriana apropiada, más se hará factible un desenlace fatal. Nos abocamos a efectuar lo que presuponemos debe ser el tratamiento antibiótico apropiado, procederemos al drenaje y al tratamiento quirúrgico precoz de los focos primarios o metastáticos que lo requieran.
—No entiendo vuestra terminología. ¿Qué significa que le haréis un tratamiento quirúrgico?, ¿es que acaso lo operaréis?
—Tendremos que drenar los abscesos de las heridas (principalmente de la pierna acuchillada), retirar tejidos necróticos y eventualmente retirar materia orgánica que se encuentre infectada. Controlaremos al instante cómo van evolucionando sus funciones vitales, especialmente cómo está la actividad de sus órganos y la corrección de las alteraciones de la homeostasis que aparezcan; o sea, cuidaremos que su organismo se vaya regularizando, equilibrándose luego de la brutal agresión que ha sufrido.
—Lo habéis explicado claramente, doctor. Sólo me habéis dejado una duda: ¿debo suponer entonces que le daréis antibióticos sin estar seguros de que son los que su enfermedad efectivamente requiere?
—Estamos autorizados a presumir cuáles son los microorganismos implicados, quédese tranquilo, señor Marcel. Es posible hacer algunas generalizaciones. Habida cuenta de las circunstancias vividas por el paciente, hemos resuelto aplicar cefotaxima, droga que abarcará la mayor parte de las bacterias aerobias o anaerobias facultativas posiblemente implicadas. Por si acaso, adicionaremos clindamicina, porque se encuentra dañado el tejido subcutáneo. En consideración a la extrema gravedad de la sepsis que afecta al doctor Mazzini, adicionaremos también un aminoglucósido: hemos optado por una amikacina. Creemos que estos antibióticos ampliarán el espectro antibacteriano, aportarán actividad sinérgica contra los bacilos gramnegativos implicados, prevendrán el desarrollo de resistencias y disminuirán la liberación de endotoxina. Cuando tengamos el resultado de los análisis, realizaremos todos los ajustes que resulten necesarios o convenientes según la severidad y agresividad del agente bacteriano que encontremos.
—¿Qué haréis con respecto a las restantes heridas, doctor? Tengo entendido que el golpe en su cabeza fue fuertísimo. ¿Qué consecuencias consideráis han de tener estas lesiones?
—El impacto en la parte posterior baja de su cabeza fue impresionante. Le han fracturado en dos partes el hueso occipital y también le han provocado una buena pérdida de sangre (por suerte no de masa encefálica); tampoco llegó a ser foco de una infección. Digo esto porque esta lesión se la causaron el mismo día del secuestro. De haberse infectado, el proceso a esta altura muy probablemente ya sería irreversible. Como se lo explicara señor Marcel, lo peor viene de la pierna acuchillada. Es fundamental que limpiemos cuidadosamente el área afectada tantas veces como se considere necesario. La herida del muslo habrá que dejarla abierta; luego habrá tiempo de considerar en el momento oportuno, la conveniencia de un injerto. La buena noticia es que no se ha producido un cuadro de gangrena gaseosa porque en tal caso, la amputación de su pierna podría haber sido ineludible. Si se llegara a dar esta situación, no descartaríamos la posibilidad de aplicar un tratamiento de oxigenoterapia hiperbárica. Esperemos que no sea necesario. Ha sido muy positivo que nuestro paciente estuviera vacunado contra el tétanos.
—¿Y los puntazos que le dieron en el cuello, doctor? También fueron muy serios, ¿es realmente así?
—Creo que no tanto, señor Marcel. Con respecto a esas heridas el Dr. Mazzini tuvo suerte. En esta zona los seres humanos concentramos una gran cantidad de estructuras vitales que si son agredidas, pueden poner en riesgo nuestra vida. Todo hace pensar que el atacante no quería matar a su ahijado cuando lo secuestró. Seguro quería retenerlo para pedir un rescate; sólo introdujo su cuchillo superficialmente. Mejor ni pensar lo que habría sucedido si le hubiera perforado la carótida, la yugular, la faringe o la laringe. Las consecuencias podrían haber sido múltiples: desde un fallecimiento por desangrado, hasta una asfixia. De todas maneras, no nos confiaremos para nada, quédese tranquilo señor Marcel. Examinaremos el cráneo, la cara, el tórax y los brazos de nuestro internado. Verificaremos cada uno de los sitios de entrada de las lesiones para establecer un trayecto probable, buscaremos signos y síntomas que orienten a lesiones de estructuras cervicales, efectuaremos también un examen neurológico. Las heridas penetrantes de cuello son difíciles de valorar y de tratar. Las secuelas pueden pasar desapercibidas a la exploración física; por otra parte, la exposición quirúrgica de algunas de ellas resulta un desafío técnico. Somos concientes del riesgo: trataremos de no correr ninguno que sea evitable.
Copyright © | Ricardo Ludovico Gulminelli, 2012 |
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Fecha de publicación | Marzo 2013 |
Colección | Narrativas globales |
Permalink | https://badosa.com/n375-30 |
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