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Proverbios y juegos varios

I

Héctor Lisonje
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A César Grandoni Mestre
Incierto amor doliente
el que siempre te mira en silencio
para nunca olvidarse de verte.
Carece de poderes
el viento que nos susurra
que el tiempo nos pertenece.
Derogado por dulces años
muere también esclavo de arrugas
el que hizo arrugar a sus esclavos.
Hierba, de pronto ya tan alta,
creces mientras descansamos en el olvido
de que el campo no descansa.
Capricho es recordar
que despierto también se quiere
vivir para soñar.
Si jugamos de niños
y de mayores penamos
oíd lo que dicen los críos:
¡hasta con las penas jugamos!
Pídele calma al sol
cuando sientas las cálidas llagas de la piel
en la roja piedra del corazón.
Por más que las cosas estorben
toda la vida fui ordenado:
ahora no encuentro el orden.
Hay hombres tan ordenados
que nunca pierden el recuerdo
de lo que nunca pensaron.
Absorto en el primer alba
de la íntima y lejana prehistoria
el brusco hombre naciente
ya veneraba la memoria.
Canto de pájaro
si callo para escucharte
yo también canto.
El corazón noble
abre puertas y caminos
que otras puertas esconden.
Prodigio de sol
que arde en la tierra
sin sentir su calor.
Que el verdadero sabio escriba:
¡Dios mío, injusto es
que la muerte nos sobreviva!
Corregir a la naturaleza
es el afán y la presteza
de sentirse uno enmendado.
No existe un universo objetivo:
nuestro plan definitivo
lo trazamos día a día.
Inútil reparto de muertos:
unos amargan la tierra
y otros entierran el cielo.
Irónica estructura
la que siempre le rodeó con amigos
que olvidaron su sepultura.
Con nada nacemos
con nada morimos;
algo más merecemos.
Fui único en mi tiempo:
a nadie más conocieron
las multitudes de mis sueños.
Vida, Arte, Tiempo,
ese ajeno círculo vacío
cuyo final es nuestro espejo.
Inventar, desde el oscuro silencio,
razones de intimidad
es tapiar varias veces
las puertas de la soledad.
Cuando te oí venir
oscuro rumor de seda
se me cayeron del corazón
hasta los clavos de la espera.
Esta luz que brilla
me mira con unos ojos muertos
que me hacen ver la bombilla.
Asignemos honores,
distingamos, altaneros,
al rey de los mediocres.
Arduo derrotero es saber
que las duras fuerzas del destino
son imposibles de conocer.
Vivimos como soñamos
siempre reanimando viejas luces
para volver a ser lo que fuimos
como cantamos los andaluces.
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Copyright ©Héctor Lisonje, 2003
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Fecha de publicaciónMayo 2004
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