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Metafísica del hombre que está solo

Parte II

Luis Alposta
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CRIMEN EN LA TORRE DE LOS INGLESES
Es medianoche. La ciudad retrocede
con pasos resignados, ceremoniosamente,
entre paredes húmedas y monumentos grises,
entre muelles y andenes y plazas cementadas...
y penetra en la torre.
Altas voces
le quitan las cobijas a la noche.
El reloj se detiene
y alguien cae
desde esa altura jactanciosa
que en unas pocas horas volverá a señalarnos el sol.
Y YA NO FUE ABELARDO
La incertidumbre de sus actos
provenía de un fatídico eco.
Su espíritu indeterminado
avanzaba o retrocedía
como una negra ficha
sobre un irreflexivo damero.
Y ya no fue dueño de sí.
En su vejez por dentro
vio crecer la fealdad de su Eloísa.
Mientras otros se amaban y engendraban
él volcó sus sentidos sin sentido
sobre texturas frías y viscosas.
Y el éxtasis, su éxtasis,
era sólo un abuso,
el gemido de un pájaro
en la doliente hiedra.
Y ya no se detuvo a pedirse cuentas.
Y ya no fue Abelardo. Sí su espectro.
LA MÚSICA
Ojos ciegos y antiguos,
muro de estáticos viajeros
y transparentes ciclos,
sin comprender tu esencia,
tu civilizado silencio,
la recta de tu boca,
tu ocio imperturbable
y el ahuecado oído,
el tiempo,
exteriormente incomputable
nos enumera ausencias.
ESTANCIAS
En el centro de la noche, sólo el joven aquel.
En el centro de la habitación y de su cielo:
desespera, mientras decrece la lejanía del trueno.
Entonces su rostro
se queda en él, bajo cementos
móviles de otros inviernos.
Y se refugia
en la dureza del cedro,
en la insistencia de la telaraña,
en la fina sombra.
Un canario albino
canta sobre la piedra seca.
Afuera
hay una lagartija al sol en el asfalto.
LABERINTOS
Realidad de lo oscuro, naturalidad sin asombro,
o cristales hacia afuera para dejar traslucir el amor,
que los demás sigan en la calle,
que la calle se afine hasta desaparecer del universo:
la ternura ignoraba la desilusión
del polvillo que en la oscuridad
caía sobre la vieja mesa de roble.
Eso era al final. Pero
en la penumbra la tierra ululaba
con sus montañas de formas parecidas
en ese antiguo cuadro, tal vez
junto a otros cuadros, alguna foto
y un almanaque de hace dos años.
SEGUNDOS
¡Buen sueldo al hombre de bien!
¡Franca mirada a la tierna mirada!
¡Darse la mano con el hombre de bien!
¡Hoy me siento ausente de gracia!
Soy el cuerdo de la ciudad,
no le temo a la risa del sol,
efímera en la eternidad.
¡Albricias! Todo está en la ventana.
Estoy oyendo un silencio de moscas...
Es el segundo bueno que ha callado.
Es el rostro del día que ignora a la campana.
No he contado los segundos...
El segundo es una mueca.
Nunca los tendré en cuenta.
UNA TARDE
De qué áspera pared del ocaso
soy el cancerbero
cuando aparecen los charcos coagulados
la indiferencia del bolígrafo
la garúa de los golpes
cuando mi espíritu se concreta
de qué pared
cuando el odio
regresa a paso redoblado
de qué pared
pregunto.
CURIOSAMENTE
Nos ha sorprendido el pequeño reptil del deseo
en la luna de plata de los días obsecuentes
en la luna de las recientes aguas
un llanto nos acariciará de una aurora a la otra
desesperado como la succión de las raíces
he visto a un gorrión crucificado
malvones del olvido
la llovizna dulce de las flores bajo los cipreses
de las brasas de nuestra piel
sé que surgirá el ángel exterminador
y todo habrá de concluir
curiosamente.
VOCES Y HUELLAS
Bajo el rocío de la indiferencia
bajo la nube de otras voces
es la insolencia de los segundos
la que da vueltas
dejando huellas que son las mías.
EL DESCONOCIDO
Al amanecer llevaron al desconocido
al quirófano.
Un perfume de hierbas, encendidos
aullidos de capullos rojos;
el vuelo color tierra de los gorriones;
el relevo que no llega para
el que está de guardia.
La luna se ha diluido en una nube;
una sola vez se aleja este amanecer
del futuro.
Alguien toca no lejos de allí
un tango de Cobián.
Estrepitosamente navega su llanto
en la flamante fuente,
que grita amoratada en la aurora.
Oh, qué resistente es tu sangre.
Alguien desespera en la sala contigua;
alguien se aferra a esta tierra blanca.
El aroma de una naranja que ha rodado
y un hombre que apaga las luces en silencio.
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Copyright ©Luis Alposta, 2005
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Fecha de publicaciónMarzo 2006
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