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Con el sol hasta el cuello

II

Yolanda Gelices Nieto
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PARA NO MORIR DEL TODO
Cierro mis ojos de barro
cansados de miradas violetas,
cansados de algas marinas ávidas de caricias.
Cierro los ojos y sueño despierta
con ojos mil veces tiernos, mil veces entregados.
Un pájaro de luz
se desprende de mi cuerpo tibiamente
y vuela hacia ti,
hacia el punto donde claman todos los murmullos,
hacia el espacio donde asoman
fugaces relámpagos de prodigios.
Bebo tus transparentes deseos a cucharadas
y a la esperanza vuelvo
para que no muramos del todo,
sabiendo
que tú y yo existimos
más allá de las frágiles palabras
atrapadas en mis versos.
OLVIDAR LO NEGRO
Sé caminar sin pies
     —yo misma nunca creí poder hacerlo—,
sé contemplar sin ojos
el doble filo de la realidad y el deseo,
al borde del destino de las palabras
que abren sus puertas
para que dentro crezca la luz blanca.
Sé mudar de piel
     —no recuerdo cuántas veces lo he hecho—,
sé reinventarme a mí misma
en cada madrugada,
y recibir con una risa nueva
el lado más amable de la vida.
Lo más difícil es
arrancar raíces,
arrancar lo que aún queda
de niebla,
en el último sendero
de las zarzas del recuerdo.
Lo más difícil es
acabar de una vez por todas
con el miedo.
MUCHO MÁS Y SIN EMBARGO MENOS
¿Estuve allí?
¿Cómo fue estar tan lejos y tan cerca?
¿Cómo pudo ser tan dulce
y a la vez tan triste?
¿Era artificio o pura figuración?
¿Eran otros ojos o eran los míos?
Estoy literalmente fuera de combate,
ni siquiera conservo el murmullo
de sus manos sin nombre.
Quedó solamente un jadeo silencioso
entre los pliegues de la almohada,
la huella nítida
de una lengua caliente
tensando los muslos,
y ese dolor del frío compartido
en los labios.
MÁS SENCILLO
Todos mis poros anhelan
ser penetrados por el sol.
A tus manos blancas me rindo,
a tus cercenadas alas,
a tu boca que posee y que arrebata.
El deseo anida en ti, en mí,
sencillamente,
como las palabras anidan en mis versos.
LAS OLAS
Volveré a coleccionar las doce lunas llenas,
con el aire entre los dedos
y un corazón desbordado de versos azules,
apretado en el puño de mi mano.
Voy a volver a las olas,
para perderme en sus pupilas,
para beber sus carcajadas blancas,
para empaparme de su sonora risa,
para fundirme en ese aleteo frágil y mágico
en que puedo llegar a ser
el Amor, el deseo, la amante y la amada.
Voy a respirar al unísono con ellas,
yendo y viniendo en su «sí»y su «no» constantes,
ese «sí» cuando lamen la arena, los pies, las alas,
cuando poseen el alma…
ese «no» cuando se alejan dulcemente, cuando abandonan,
cuando renuncian, cuando con levedad se ausentan.
Voy a saborearte a solas, ¡Mar!,
mar celeste y caliente,
voy a escuchar tu voz que me estremece,
que me habla
balbuceante en sus espumas
de cánticos inefables, de temblores apenas encendidos,
de horizontes desvelados,
de ternuras ondulantes y remotas melancolías.
LABORES DOMÉSTICAS
Aferrada a la escoba
voy barriendo
soledades y silencios,
voces imperfectas,
pronombres difusos
que ya no consiguen desgarrar
el velo de espinos
que cubre nuestros rostros.
Voy limpiando el polvo
al ritmo circular de recuerdos antiguos
que se van disipando
en cada nuevo giro de la lavadora
en cada rumor del agua
absorbiendo suciedades y sangre reseca.
Luego, el mantel extendido,
las copas sobre la mesa,
mirándome por dentro
desde su oquedad de cristal líquido,
leve voz que humedece el cuenco rebosante
de mis ojos.
En la mano,
un pedazo de pan recién cocido,
cálido reducto por donde
huir
de tanta nostalgia intempestiva.
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Copyright ©Yolanda Gelices Nieto, 2008
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Fecha de publicaciónMarzo 2009
Colección RSSSinéresis
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