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Con el sol hasta el cuello

III

Yolanda Gelices Nieto
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LA HUIDA
Nos traicionan los versos porque
expresan solamente las cosas que
ellos quieren,
y lo hacen a medias
Vicente Gallego
Mi refugio,
mi escudo,
mi arma pacífica
contra la guerra furibunda
del paso de las horas como siglos.
Mi verso
que hoy se extravía insatisfecho
perdido en un trama de falsos manantiales,
y calla
conmovido
ante la espiral de adjetivos hermosos
que huyen,
llevándose a su paso
las sílabas mágicas
que podrían, una vez más, redimirme.
JUGAR AL ESCONDITE
Juego a esconderme
en la armadura de mi constelación de aire,
mi recinto inequívoco,
el sitio de mí misma
en el que oculto las mil caras de mi rostro
que se van transformando en otras
y en otras y en otras...
«Cuenta setenta veces siete y búscame.»
Mi espalda vas rastreando a tientas
pero es mi corazón el que está sonando
y me delata
y descubres, de pronto,
el aleteo suave de mis zapatos rojos bostezando.
Y otra vez me sacas
de mi cálido escondite de murmullos de ensueño.
Salgo sonriendo,
soy yo misma
pero con una sinfonía nueva que resuena
en el cauce ardiente de todos mis poros,
con una brisa recién nacida de otros bosques,
impregnada en el aroma de flores violáceas
y rosas profundas.
Me has descubierto de nuevo,
cómplice atento de todos mis juegos
pero esta vez no me hallarás de espaldas
porque mis ojos te mirarán de frente.
HAN QUEDADO LOS OJOS
Cuando la vida, un día,
sea sólo una isla detenida por el tiempo,
un cuarto oscuro,
o una débil voz cansada despojada de sonrisas.
Cuando la vida sea
otoño perpetuo y pirámides de sombras en el pecho,
recordaré, igual que ahora,
ese suceso mínimo encendido de ternura:
tus ojos iluminados,
dos astros lamiendo el calor de mis labios,
absortos en el abrazo de lo perdurable,
abriendo, de nuevo,
el misterio invisible de la vida.
GUARDAR LA ROPA
Una mujer se acerca a una ventana,
interroga a la gota de lluvia
que recorre los cristales,
lo que la gota dice
sólo el ave que sabe navegar por los sueños
puede descifrarlo.
Una mujer abre los labios,
recibe el misterio del rumor del agua
envuelto en la ropa colgada,
que espera la mano que no llega,
en las sábanas extendidas,
cada vez más empapadas,
que han vuelto a adormecerse
después de las lágrimas.
Sus dedos contemplan extraviados
la lluvia quieta
que tirita en sus pies descalzos,
comprende
que no hay cordón umbilical posible,
que lo que no se pronuncia no existe.
En cuanto salga el sol
tendrá que volver a tender la ropa.
FLORECEN LAS CENIZAS
He llegado al último escalón,
he traspasado la negrura suprema
de un mar calcinado,
de un firmamento de cenizas.
Con el costado herido
he ido recogiendo mis fragmentos uno a uno,
buscando a tientas
nuevos pedazos de sol
con los que reconstruir
la médula de mis huesos.
A pesar de los ojos extraviados, de las derrotas,
del sabor amargo de los frutos podridos,
de la locura de un mayo empapado en penumbra...
aún quedaba un espacio
en donde la vida aullaba
con su claro rostro estremecido de hermosura,
como la mano de Dios cuando acaricia.
EXTRAÑO IDIOMA
Cuando el mar me contempla
con su silencio indescifrable
siento
cómo dulces cuchillos
me penetran la carne.
Detrás quedan las máscaras,
los ángulos oscuros
que oscilan, que vienen y se van...
girando sin cesar
sobre ejes inseguros.
Cuando el mar me contempla
todo está claro.
El aire se impregna de aromas de manzana,
qué fácil sería entonces morderla...
Decido no pecar
y mi voz se llena de guirnaldas.
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Copyright ©Yolanda Gelices Nieto, 2008
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Fecha de publicaciónAbril 2009
Colección RSSSinéresis
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