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Fecundación fraudulenta

Episodio 62

Ricardo Ludovico Gulminelli
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MAR DEL PLATA
Jue­ves, 8 de fe­bre­ro de 1990

—Hola, ¿Rocío?, ¿cómo te va?, habla Ro­ber­to, ¿todo bien?

—Sí —con­tes­tó ella—, ¡cuán­to tiem­po!, ¿cómo estás?, ¿tu­vis­te al­gu­na no­ve­dad?

—Así es, hoy llegó la cé­du­la de no­ti­fi­ca­ción a mi casa. Me de­man­dan por re­co­no­ci­mien­to de fi­lia­ción, piden que se efec­túen prue­bas bio­ló­gi­cas para de­ter­mi­nar la pa­ter­ni­dad. Han fi­ja­do una au­dien­cia para el vier­nes 16, a las 10 horas, ¿vos po­drías venir ese día?

—A ver, de­ja­me ana­li­zar mi agen­da, sí, no tengo pro­ble­mas, que­da­te tran­qui­lo... ¿Qué tal es el juz­ga­do que nos tocó?, ¿cómo es el juez?

—La juez —dijo él—, es una muy buena per­so­na, hu­ma­ni­ta­ria, una mosca blan­ca. En este sen­ti­do te­ne­mos suer­te, pero...

—¿Qué es lo que no te gusta?, ¿hay algún pro­ble­ma, Ro­ber­to?

—No es eso, lo que su­ce­de es que la doc­to­ra Ma­ri­na Bis­son ama a los niños, es ma­ter­na­lis­ta, apo­ya­rá a la madre. Para lo­grar pri­var­la de la pa­tria po­tes­tad, tan sólo para sa­car­le la te­nen­cia, ne­ce­si­ta­re­mos un alu­vión de prue­bas. En este as­pec­to, se nos com­pli­ca mucho...

—No te preo­cu­pes, Ro­ber­to, lo fun­da­men­tal es que tenga sen­si­bi­li­dad, en nues­tro caso es de­ci­si­vo. La­men­ta­ble­men­te no es una vir­tud que abun­de en plaza, por lo menos aquí en la Ca­pi­tal Fe­de­ral la cosa es muy dura. Hay cada uno... Bueno, vos lo sa­brás tan bien como yo, la jus­ti­cia está muy de­te­rio­ra­da. Son los efec­tos del ma­no­seo, de la ab­so­lu­ta ines­ta­bi­li­dad, ma­gros sa­la­rios...

—Sí, Rocío, ade­más ha­bría que re­for­mar el sis­te­ma de elec­ción...

—Ten­dría que ser como en la uni­ver­si­dad —dijo ella—, el in­gre­so de­be­ría so­me­ter­se a un con­cur­so pre­vio con va­lo­ra­ción de an­te­ce­den­tes y de­mos­tra­ción de ca­pa­ci­dad. Luego un or­ga­nis­mo es­pe­cia­li­za­do de­be­ría fis­ca­li­zar la ac­tua­ción de los ma­gis­tra­dos ana­li­zan­do sus sen­ten­cias.

—Todo está des­equi­li­bra­do, Rocío, se gas­tan muy mal los fon­dos pú­bli­cos.

—Bueno, Ro­ber­to, seguí con­tán­do­me, ¿qué tal está hecha la de­man­da?, ¿tiene nivel?

—Sí —con­tes­tó él—, es buena, aun­que sin de­ma­sia­das com­ple­ji­da­des. Está plan­tea­da con mucha sen­ci­llez, con total cla­ri­dad. Se es­cu­dan en un es­que­ma clá­si­co: la pobre mujer se­du­ci­da por el hom­bre malo y que re­sul­ta pre­ña­da. El pe­que­ño inocen­te que no es re­co­no­ci­do por el ma­ligno padre... En fin, vos co­no­cés la cosa, no omi­ten nada, ase­gu­ran que tuve re­la­cio­nes con Jua­ni­ta hasta hace poco, in­clu­so que du­ran­te el em­ba­ra­zo re­co­no­cí que era el padre ante el mé­di­co gi­ne­có­lo­go. Álvez, por su­pues­to.

—Tal como lo pen­sá­ba­mos —dijo la abo­ga­da—. Bueno, man­da­me ur­gen­te un fax de la de­man­da, vos tenés nues­tro nú­me­ro. Den­tro de una hora vamos a es­tu­diar­la con papá, para ver si le en­con­tra­mos algún de­fec­to o error. Nos man­ten­dre­mos en con­tac­to, a la tarde te llamo y te co­men­to las con­clu­sio­nes, ¿de acuer­do?

—De acuer­do —dijo él, y agre­gó—: Rocío, lo pasé muy bien cuan­do fui­mos a cenar, que­ría de­cír­te­lo...

Si­len­cio en la línea, fi­nal­men­te, ella con­tes­tó.

—Gra­cias, yo tam­bién, fue una her­mo­sa noche, nos vemos, un beso...

—Nos vemos —con­tes­tó Ro­ber­to.

Re­cién a las ocho de la tarde, te­le­fo­neó la rubia abo­ga­da. Ro­ber­to hacía un largo rato que es­ta­ba aguar­dan­do su co­mu­ni­ca­ción.

—Hola, Ro­ber­to, per­do­ná que no te llamé antes, re­cién ahora tengo el pa­no­ra­ma bien claro, no que­ría pre­sen­tar­te algo in­de­fi­ni­do. Tanto papá como yo pen­sa­mos que la de­man­da está bien hecha, no co­me­tie­ron erro­res. Sobre eso, no po­de­mos pre­ten­der nada, los cam­bios en la si­tua­ción de­pen­den de no­so­tros. ¿Vos tenés al­gu­na no­ve­dad útil?, ¿ave­ri­guas­te algo que te pueda ser­vir para tu de­fen­sa?

—Muy poco, hace unos días Ju­lie­ta me co­men­tó que Ali­cia la fue a vi­si­tar...

—¿La vol­vis­te a ver?

—No, Rocío, pero se ofre­ció a ayu­dar­me, tam­bién su her­ma­na Mabel. Ya ha­bía­mos ha­bla­do con tu padre y con vos sobre esta po­si­bi­li­dad, sa­be­mos que no nos ayu­da­rá mucho.

—Quién sabe —dijo ella—, ha­bría que verlo. Por ahora es bueno saber que po­de­mos con­tar con ellas, hay que pen­sar qué es lo que nos con­vie­ne que digan. ¿Mabel es­ta­ba en­te­ra­da de la ex­tor­sión de Álvez sobre Ali­cia?

—No, Ali­cia se lo había ocul­ta­do, para no an­gus­tiar­la, ¿sabés? ¿Te pa­re­ce que nos puede ser­vir?

—Sí, vos di­jis­te que la jueza tenía sen­si­bi­li­dad, ¿no? Bueno, le da­re­mos oca­sión de pro­bar­lo. Su­pon­go que al­guien pers­pi­caz que es­cu­che a Mabel y a Ali­cia sabrá si mien­ten o no: es fun­da­men­tal que con­ven­za­mos a la doc­to­ra Bis­son de que de­ci­mos la ver­dad. Debe darse cuen­ta de que te están de­frau­dan­do. So­la­men­te así po­dre­mos ob­te­ner algún re­sul­ta­do. Con los apo­yos que te­ne­mos no nos basta; es mucho más só­li­da la ver­sión de Juana Ar­ti­gas. Ade­más, que nos crea la doc­to­ra Bis­son no es su­fi­cien­te: te­ne­mos que apor­tar ele­men­tos pro­ba­to­rios se­rios. Si no lo ha­ce­mos, ella jamás po­dría sen­ten­ciar a nues­tro favor y, si lo hi­cie­ra, la Cá­ma­ra re­vo­ca­ría su fallo. Éste es el punto flojo; las prue­bas: ca­re­ce­mos de ellas. ¿Con­tra­tas­te a un de­tec­ti­ve?, ¿al­guien que in­ves­ti­gue?, me pa­re­ce que es im­por­tan­te.

—Sí —con­tes­tó Ro­ber­to—, le en­car­gué esa tarea a un ofi­cial de po­li­cía re­ti­ra­do. Es un tipo hábil que co­noz­co desde hace mu­chos años. Aún no ha po­di­do con­se­guir nada. Aun­que...

—¿Sí?, ¿ave­ri­guas­te algo más? —pre­gun­tó ella con in­te­rés.

—No sé, una po­si­ble pista. Ali­cia le dijo a mi hija que una se­cre­ta­ria de Álvez, Es­te­la Cá­ce­res, puede ser una buena in­for­man­te. To­da­vía no he lo­gra­do con­tac­tar­me con ella, lo estoy pro­cu­ran­do. Lo hablé con mis ami­gos. Fer­nan­do Ri­den­ti se ocu­pa­rá de apro­xi­mar­se a ella, irá con Ali­cia. Es el más hábil ne­go­cia­dor que co­noz­co, es­pe­ro que ob­ten­ga algún re­sul­ta­do. Si todo sale bien, den­tro de unos días se en­con­tra­rán en un lugar re­ser­va­do.

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Copyright ©Ricardo Ludovico Gulminelli, 1990
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Fecha de publicaciónFebrero 2001
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