https://www.badosa.com
Publicado en Badosa.com
Portada Biblioteca Novelas Narrativas globales
85/87
AnteriorÍndiceSiguiente

Fecundación fraudulenta

Episodio 84

Ricardo Ludovico Gulminelli
Tamaño de texto más pequeñoTamaño de texto normalTamaño de texto más grande Añadir a mi biblioteca epub mobi Permalink Ebook MapaMar del Plata, Playa Grande
AERO­PUER­TO DE CAMET, MAR DEL PLATA
Do­min­go, 4 de marzo de 1990

—Me pone tris­te que te vayas, Rocío, te voy a ex­tra­ñar... Fue­ron unos días emo­cio­nan­tes, inol­vi­da­bles...

—Para mí tam­bién, Ro­ber­to, pero todo pasa, ya lo ves. Debo vol­ver a mi ru­ti­na... Que­ría de­cir­te algo, no soy la misma mujer, gra­cias a vos. Te debo mucho...

—¿Estás bro­mean­do?, ¿qué me debés a mí?, ¿des­pués de todo lo que hi­cis­te? ¡Por favor!, si no hu­bie­ra sido por vos... Me de­di­cas­te un mon­tón de días, aban­do­nas­te todas tus cosas, eso no te lo po­dría pagar nunca.

—Ni lo men­cio­nes, no pros­ti­tu­yas lo que hice. Actué como debía, como lo sen­tía. Fui muy feliz, para mí no fue tra­ba­jo, al con­tra­rio. Es­tu­ve de luna de miel, lu­chan­do por al­guien a quien quie­ro. Me he sen­ti­do mujer, me per­mi­tí serlo. Me saqué el dis­fraz de abo­ga­da sin des­ga­rrar­me la piel... Pude se­pa­rar a la doc­to­ra Ba­rei­lles de Rocío. Y lo fun­da­men­tal, no re­nun­cié a nin­gu­na de las dos. Ambas son im­por­tan­tes, ahora lo veo cla­ra­men­te.

—No sólo son im­por­tan­tes, tam­bién son her­mo­sas... Y sen­sua­les, doy fe de ello, que­ri­da.

—Gra­cias, adu­la­dor... ¿Sabés?, apren­dí algo más... Lo pri­mor­dial es el sen­ti­mien­to, sin él nada vale la pena... Vuel­vo a mi hogar, llena de afec­tos, hu­ma­ni­za­da.

—¿Y no­so­tros?, ¿qué vamos a hacer ahora, Rocío?, qui­sie­ra que te que­da­ras...

—Mi amor, pen­sá­lo se­ria­men­te, ¿te pa­re­ce lo mejor?, ra­zo­ná... En tu casa, te es­pe­ra un bebé, no estás en con­di­cio­nes de se­guir vi­vien­do como antes, vas a tener que ade­cuar­te a una nueva vida. Te guste o no, ne­ce­si­ta­rás rea­li­zar un gran es­fuer­zo para adap­tar­te.

—Te da miedo, ¿no?, ahora soy un hom­bre con com­pli­ca­cio­nes.

—No seas tonto. Te­ne­mos tan sólo unos mi­nu­tos para con­ver­sar, pron­to lle­ga­rá el avión. No arrui­nes estos ins­tan­tes, no te pon­gas en víc­ti­ma, no lo sos, para nada... Te re­co­noz­co que no me veo en el papel de mamá, me re­sul­ta­ría muy di­fí­cil ade­cuar­me a vivir en estas con­di­cio­nes. Tengo mi vida, mi ám­bi­to, mis cosas, estoy como re­su­ci­ta­da, ne­ce­si­to oxí­geno... No creo que sea con­ve­nien­te ce­rrar­me las puer­tas ahora, ne­ce­si­to re­fle­xio­nar, pla­near mi fu­tu­ro li­bre­men­te, aun­que te ex­tra­ñe mucho. No sé lo que haré, ésa es la ver­dad. Esto no sig­ni­fi­ca que te esté des­de­ñan­do so­la­men­te por­que ten­gas un ne­ni­to. Eso sería es­tú­pi­do de mi parte... No, no es tan sim­ple, lo que yo te digo es otra cosa. Me pa­re­ce que ne­ce­si­ta­mos tiem­po, tam­bién vos...

—¿Qué que­rés decir, Rocío?, ex­pli­ca­te.

—No hace falta, vos lo sabés tan bien como yo. He apren­di­do a co­no­cer­te, Ro­ber­to. Sos un buen hom­bre, fácil de que­rer, pero tenés que en­con­trar tu rumbo, no sabés bien cuál es tu des­tino. Ni si­quie­ra sabés cómo vas a en­fren­tar el desa­fío de criar un hijo, a tu edad...

—¿Otra vez Agus­tín?, ¿es ése el pro­ble­ma?

—No, que­ri­do, el pro­ble­ma no es úni­ca­men­te él, sino tam­bién Ali­cia. Pero aun­que ella no es­tu­vie­ra, yo tam­bién ne­ce­si­ta­ría pen­sar­lo. No te ofen­das, te soy sin­ce­ra: una cosa es vivir una apa­sio­nan­te aven­tu­ra como la que tu­vi­mos, otra muy dis­tin­ta sería com­pro­me­ter­nos. Vos sos de­ma­sia­do hon­ra­do, te voy a decir lo que te está pa­san­do...

—¿Sos te­lé­pa­ta, ahora?

—Con vos sí, que­ri­do, he apren­di­do a co­no­cer­te. Mira, vos tenés muy desa­rro­lla­do tu sen­ti­do de la res­pon­sa­bi­li­dad. Te sen­tís obli­ga­do por­que te ayudé y, en cier­ta forma, me que­rés. Si obe­de­cie­ras a tus ín­ti­mos im­pul­sos, vos tam­bién me pe­di­rías tiem­po. No lo hi­cis­te, por­que te­mías he­rir­me... Creís­te que yo no lo me­re­cía, que la con­duc­ta ló­gi­ca era de­cla­rar­me tu amor du­ra­de­ro. La ver­dad es que estás lleno de dudas, ¿me equi­vo­co? Por favor, te ruego la más ab­so­lu­ta sin­ce­ri­dad, me do­le­ría que min­tie­ras. Re­pi­to, ¿me equi­vo­co?

—No, creo que no... No es exac­ta­men­te así, pero es pa­re­ci­do, no obro pen­san­do so­la­men­te en vos. La reali­dad es que me las­ti­ma que te vayas, sos tan ma­ra­vi­llo­sa... En algo tenés razón, estoy con­fu­so, como atur­di­do, ne­ce­si­ta­ría pen­sar. Tenés que com­pren­der, para mí es di­fí­cil. Ahora, debo vol­ver a mi casa a preo­cu­par­me por un bebé de pocos días que, para colmo, es­ta­rá sin madre. No sé qué voy a hacer, ya me ol­vi­dé de cómo ac­tuar.

—Ro­ber­to, vamos, no es por eso sólo... Con­fe­sa­lo.

—¿Qué que­rés decir?

—Vamos, Ro­ber­to, me re­fie­ro a Ali­cia.

—Bueno, está bien, no puedo ne­gar­lo. Sí, ella me preo­cu­pa... ¡No!, ¡no es que me preo­cu­pe!, es dis­tin­to... No sé cómo ex­pli­car­lo, es como si es­tu­vie­ra cerca todo el tiem­po, como si nunca se hu­bie­ra ido. Tengo ganas de verla, lo re­co­noz­co...

—¿Te das cuen­ta, Ro­ber­to?, ne­ce­si­ta­mos un dis­tan­cia­mien­to ahora.

—Pero Rocío, ¡te juro que a vos te quie­ro!, de un modo es­pe­cial, es dis­tin­to que con Ali­cia, pero muy her­mo­so. Sos tan ado­ra­ble, te­ner­te fue un re­ga­lo de la vida...

—Tu re­ga­lo se tiene que ir, en unos mi­nu­tos par­ti­rá el avión. No dra­ma­ti­ce­mos; tal vez éste no sea nues­tro úl­ti­mo adiós. Re­pi­to me mo­les­ta que me con­si­de­ren víc­ti­ma, re­cor­dá mis pa­la­bras: lo que hice, quise ha­cer­lo, soy gran­de­ci­ta. Ha sido una gra­tí­si­ma ex­pe­rien­cia, li­be­rar­me de mi co­ra­za, que vos me la sa­ca­ras. Ahora estoy li­via­ni­ta, en­fren­to al mundo con más op­ti­mis­mo y es­pe­ran­za. Lo sig­ni­fi­ca­ti­vo es esto, Ro­ber­to: me sien­to llena de cosas nue­vas... No vol­ve­ré a en­friar­me, aun­que no nos vea­mos nunca más...

—¿Eso es lo que vos pen­sás?, ¿no?, que no nos ve­re­mos nunca más, ¿no es así, Rocío?

—Re­sul­ta di­fí­cil con­tes­tar­te, sé que voy a pen­sar en vos, con­ti­nua­men­te. Pero si no nos vemos más, no creas que me sui­ci­da­ré, ¿está claro? Buscá tu ca­mino, qui­zás yo esté en él, qui­zás estés en el mío. Pero si no es así, me sen­ti­ré bien igual, sabré que has en­con­tra­do la fe­li­ci­dad, yo bus­ca­ré la mía.

—Te veo tan le­ja­na, como si de­li­be­ra­da­men­te tra­ta­ras de con­ge­lar tus emo­cio­nes, ¿me que­rés dejar libre?

—¿Cómo que te quie­ro dejar libre?, estás loco...

—No, mi amor, me estás dando per­mi­so para que es­cla­rez­ca mis ideas. Po­drías haber par­ti­do sin de­cir­me nada, pero sos una buena mujer, he sido muy afor­tu­na­do al poder in­ti­mar con vos.

—Estás so­ñan­do, Ro­ber­to. ¿Qué decís?, ya te ex­pli­qué que yo tam­bién ne­ce­si­to ais­lar­me, pen­sar.

—Lo acep­to, sé que estás in­de­ci­sa, pero más allá de tus dudas, que­rés que yo me de­fi­na sen­ti­men­tal­men­te. Y como siem­pre, tenés razón... Te voy a ha­blar con fran­que­za, voy a hacer lo que vos decís, lo me­di­ta­ré, tra­ta­ré de acos­tum­brar­me a mi nueva si­tua­ción. Luego veré qué di­rec­ción tomo... Si trato de vol­ver a vos, será por­que Ali­cia no exis­te más. Si eso su­ce­de, es­pe­ro que estés dis­po­ni­ble. No será tan fácil, ahora que has apren­di­do a volar... ¿Te pa­re­ce bien?

—Sí, Ro­ber­to, no estoy para com­par­tir­te con Ali­cia, ni para en­tre­gar­me to­tal­men­te. Creo que si nos uni­mos, debe ser sin re­ser­vas, des­pués de tomar algo de dis­tan­cia. Ni vos ni yo lo po­de­mos hacer ahora. Ne­ce­si­to re­cu­pe­rar el tiem­po per­di­do, voy a bus­car, a sen­tir. No me que­da­ré en­ce­rra­da en una bi­blio­te­ca, le­yen­do es­tu­pi­de­ces im­por­tan­tes. Tengo trein­ta y cinco años, no es poco.

—Me pone muy con­ten­to lo que decís, dejá que tus sue­ños vue­len, al­guien los re­co­ge­rá. Co­no­cién­do­te, te ase­gu­ro que habrá mu­chos hom­bres tra­tan­do de al­can­zar­los. No te ol­vi­des de mí de­ma­sia­do pron­to...

—Nunca te voy a ol­vi­dar, Ro­ber­to, vos lo sabés per­fec­ta­men­te. Ade­más, siem­pre seré tu amiga, aun­que jamás nos vol­va­mos a ver. Si me ne­ce­si­tás, es­ta­ré...

—Tam­bién yo.

Los dos la­gri­mea­ban: esa des­pe­di­da, podía ser la de­fi­ni­ti­va.

—Debo irme, que­ri­do, el vuelo ya sale, te quie­ro mucho, cui­da­te.

—Es­pe­rá, no te vayas, no to­da­vía... Antes dame un abra­zo, muy fuer­te...

Se es­tre­cha­ron ca­ri­ño­sa­men­te, luego Rocío se alejó pre­su­ro­sa, como hu­yen­do. Se di­ri­gió rá­pi­do hacia la pista, el avión es­pe­ra­ba, su do­ra­do ca­be­llo fla­mea­ba en el vien­to.

«Es tan bella», pensó Ro­ber­to, «esta ima­gen de Rocío, ¿será la úl­ti­ma?»

85/87
AnteriorÍndiceSiguiente
Tabla de información relacionada
Copyright ©Ricardo Ludovico Gulminelli, 1990
Por el mismo autor RSS
Fecha de publicaciónAbril 2001
Colección RSSNarrativas globales
Permalinkhttps://badosa.com/n101-85
Opiniones de los lectores RSS
Su opinión
Cómo ilustrar esta obra

Además de opinar sobre esta obra, también puede incorporar una fotografía (o más de una) a esta página en tres sencillos pasos:

  1. Busque una fotografía relacionada con este texto en Flickr y allí agregue la siguiente etiqueta: (etiqueta de máquina)

    Para poder asociar etiquetas a fotografías es preciso que sea miembro de Flickr (no se preocupe, el servicio básico es gratuito).

    Le recomendamos que elija fotografías tomadas por usted o del Patrimonio público. En el caso de otras fotografías, es posible que sean precisos privilegios especiales para poder etiquetarlas. Por favor, si la fotografía no es suya ni pertenece al Patrimonio público, pida permiso al autor o compruebe que la licencia autoriza este uso.

  2. Una vez haya etiquetado en Flickr la fotografía de su elección, compruebe que la nueva etiqueta está públicamente disponible (puede tardar unos minutos) presionando el siguiente enlace hasta que aparezca su fotografía: mostrar fotografías ...

  3. Una vez se muestre su fotografía, ya puede incorporarla a esta página:

Aunque en Badosa.com no aparece la identidad de las personas que han incorporado fotografías, la ilustración de obras no es anónima (las etiquetas están asociadas al usuario de Flickr que las agregó). Badosa.com se reserva el derecho de eliminar aquellas fotografías que considere inapropiadas. Si detecta una fotografía que no ilustra adecuadamente la obra o cuya licencia no permite este uso, hágasnoslo saber.

Si (por ejemplo, probando el servicio) ha añadido una fotografía que en realidad no está relacionada con esta obra, puede eliminarla borrando en Flickr la etiqueta que añadió (paso 1). Verifique que esa eliminación ya es pública (paso 2) y luego pulse el botón del paso 3 para actualizar esta página.

Badosa.com muestra un máximo de 10 fotografías por obra.

Badosa.com Concepción, diseño y desarrollo: Xavier Badosa (1995–2018)